Memorias del Conflicto Armado en Guatemala: Combate en Atitlán 15 de octubre 1,982

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UNA MUESTRA DEL HEROÍSMO Y VALOR DE LOS MIEMBROS DEL EJÉRCITO DE GUATEMALA.

La Fundación Contra el Terrorismo da a conocer una parte de la historia del Conflicto Armado en Guatemala, narrada por uno de sus protagonistas.

Por Gral. Eduardo Arévalo Lacs

“Por insistencia de un amigo cibernauta y por estar en el mes del Aniversario del Glorioso y Victorioso Ejército de Guatemala, por primera vez voy a narrar brevemente, sin muchos detalles para evitar el tedio, los sucesos acaecidos el 15 de Octubre de 1982, en los linderos de la Finca San Francisco Miramar, ya en las faldas del Volcán Tolimán, ocasión en la que fuera derribado por fuego terrorista un Helicóptero de la Fuerza Aérea Guatemalteca en misión de rescate.

El HL FAG Bel 412 era piloteado por el Coronel Mario Enrique Vásquez Maldonado (La Seca). No llevaba copiloto por circunstancias que desconozco, en su lugar iba el especialista aerotécnico cuyo nombre no recuerdo, creo de apellido Ramírez.

El HL llegó por una solicitud de emergencia para evacuar soldados heridos víctimas de una emboscada en los linderos de la Finca San Francisco Miramar, ya en las faldas del volcán Tolimán.

Lo abordamos en el casco de la finca el Teniente Coronel Eleazar Valle Pineda (El Chino), el Mayor Edgar Trejo Reyes y su servidor también con el grado de Mayor. Previamente le desalojamos los asientos para que cupieran los heridos, que ya reportaban siete.

El HL sobrevoló a baja altura, a unos 400 a 500 pies, buscando la ubicación de la patrulla en problemas. Por radio tuvimos contacto con otras patrullas cercanas quienes nos advirtieron del fuego enemigo.

Yo iba hincado entre los asientos de Piloto y Copiloto también con intercomunicador de radio. Un avión Pilatus de la FAG nos sobrevolaba como cobertura táctica.

Eran como las 17:30 hrs, estaba nublado y lloviendo copiosamente, cuando repentinamente nos impactó una ráfaga de fuego intenso que hizo saltar los instrumentos en pedazos, dañó la transmisión de la aeronave y lo peor, que causó la muerte instantánea del Piloto Vásquez y dejo muy mal herido al Teniente Coronel Valle.

Inicialmente el aerotécnico no salía de su estupor, hasta que por nuestro llamado reaccionó y logró medio controlar la estrepitosa caída. Mientras tanto podía escuchar como Eleazar y Edgar respondían con potencia de sus armas al fuego enemigo.

Vimos como el rotor de cola y las aspas principales se quebraban entre los árboles. El impacto en tierra fue muy fuerte, casi sin sustento de no ser por la vegetación alta que en algo lo amortiguó.

Ya en tierra y muy aturdidos le ordene al aerotécnico que apagara los motores pues las turbinas estaban muy aceleradas y se sentía un fuerte olor a combustible. Estábamos entre un caos de hierros retorcidos, ramas y tierra hasta entre los dientes.

Luego empezamos a constatar daños. Mi fusil M 16 estaba partido en tres pedazos. Verificamos la muerte del Piloto por impactos en la cabeza y el estado agonizante del Chino Valle, quien ya no reaccionaba. Cuando trataba de recuperar el fusil de Eleazar Valle por estar amarrado en unas argollas del piso, escuchamos con sorpresa y preocupación una primera explosión como a unos 10 metros. Luego otra mas cercana. Y una última que impactó sobre nosotros. Era evidente que los terroristas hacían reconocimiento por fuego con granadas de 40 mm. antes de acercarse.

Por estar el aerotécnico, aparentemente en mejores condiciones de salud, le ordenamos se fuera en sentido contrario al avance enemigo y que tratara de hacer contacto con nuestras patrullas e informara, cosa que no logro, según nos contó después, por haber sufrido daños en la espalda, por lo escabroso del terreno y porque oscureció muy pronto, quedándose escondido entre unas rocas como a 800 metros según su versión.

El Pilatus sólo nos vio caer y trató de protegernos con fuego pero por la poca visibilidad y estado del tiempo, mejor optó por ir a informar de lo sucedido y las coordenadas exactas.

Le pedí a Edgar que me diera su fusil para yo proteger su retirada entre la abundante vegetación que nos rodeaba. A cambio le di una granada M 26 y mi pistola .45

Se alejo por un costado con arrastre bajo por sus propios medios sin auxilio de nadie, mientras yo lo cubría con fuego en contra del avance enemigo.

Al terminar mi tolva, recargue y también arrastrándome sin auxilio de nadie, seguí su rastro hasta una distancia aproximada de 15 metros del HL.

Encontramos ahí un refugio improvisado proporcionado por un viejo árbol caído cuyas raíces al salirse de la tierra dejaron un hueco que por la humedad tenía abundante vegetación, proporcionándonos de suerte el mejor encubrimiento y abrigo posible.

Al minuto de estar en ese lugar vimos pasar sigilosamente a una escuadra de unos diez terroristas hacia el Helicóptero. Oyendo luego dos disparos.

Para nuestra sorpresa, con voz autoritaria les preguntaron la causa de los disparos. Contestando uno de ellos que era contra dos tripulantes, uno que ya estaba muerto y el otro que “ya no valía la pena” según sus propias palabras.

A la vez dijeron que ya no había nadie mas, que probablemente el resto habíamos logrado escapar. Luego esa misma voz les ordenó que si habían mas sobrevivientes los quería vivos, pues le eran mas útiles. Después nos dimos cuenta que esa voz era la de Pedro Pablo Palma Lau, alias Pancho.

Eso quería decir que el campamento terrorista estaba a unos 25 o 30 metros de distancia. Lo que nos representaba un grave peligro.

palma lau 5

 

Pedro Palma Lau, “Comandante Pancho” ORPA

Al retirarse la escuadra terrorista luego de no encontrar mas sobrevivientes dentro del HL, fue hasta entonces que Edgar y yo nos preocupamos por revisar nuestras heridas. Edgar registraba bastante dolor lumbar y mucha dificultad para movilizarse, pues tenia nada menos que fracturado el coxis!

Por mi lado pudimos identificar una grave fractura expuesta de tibia y peroné en mi pierna izquierda, en el esternón, algunas costillas y otras tres en la cara. Cortando algunas ramas y bejucos pudimos estabilizar la fractura de mi pierna, sin faltar un apósito improvisado y su respectivo torniquete, no sin antes limpiar las blancas “estacas” óseas expuestas abajo de la rodilla, que con preocupación vi muy contaminadas de tierra y hojas que debí recoger al zurcar el suelo durante mi corto arrastre.

Al poco tiempo obscureció por completo y arreció la lluvia. Ante la inminencia de que nos fueran a encontrar, Edgar y yo tuvimos un “brillante” plan, consistiendo en que al detectarnos los terroristas, Edgar lanzaría la granada en contra de ellos y yo abría fuego con el fusil, mientras tanto utilizando la pistola M1911A1 Cal. .45 , Edgar se quitaría la vida para luego de igual forma lo haría yo con la misma arma. Haciendo énfasis en que dicha pistola no sería utilizada para otro propósito con tal de no agotar la ahora valiosa munición, sellando el pacto con un fuerte apretón de manos.

Confirmando nuestros temores, como a las 19:30 hrs. escuchamos y luego vimos como los terroristas del campamento bajaban hacia el Helicóptero, algunos de ellos con lámpara en mano.

Se reunieron al rededor del HL, calculando unos 30 o 40 facciosos, llevando a cabo un mitin. Durante el cual Palma Lau felicitó a sus cómplices porque haciendo uso de la técnica “cortina de fuego” o sea todas las armas haciendo fuego hacia arriba a la vez, hasta que la aeronave pasara por dicha concentración mortal, logrando derribarla.

Luego identifico los cadáveres de nuestros compañeros y anunció el hallazgo de documentos relacionados con el mantenimiento de aeronaves por parte de la fabrica Bel en EEUU, mismos que una semana después reclamaran en el Washington Post al Departamento de Estado en vista de la veda del apoyo militar para Guatemala. Así de rápido y eficiente era el apoyo extranjero y de algunos medios en favor del movimiento subversivo.

Luego ordenó despojar de sus uniformes a los dos cadáveres y esconderlos por separado, pues ello le bajaría la moral a nuestras tropas al no encontrarlos. Oyendo nosotros como los arrastraban por destinos separados como si fuesen perros.

Luego ordeno fotografiar el Helicóptero, para los cual unas tres cámaras con flash entraron a funcionar, para luego saquear todo lo que les fuera útil.

Posteriormente, contra toda lógica, ordeno cubrir con ramas al Helicóptero, para evitar, según él, que lo detectaran desde el aire, sin darse cuenta que era una zona de desastre por el mayúsculo accidente, fácil de encontrar.

Para ello, los delincuentes se dividieron en varios grupos con el fin de cortar y recolectar algunas ramas. Para nuestra mala suerte, un grupo como de 4 o 5 de ellos se acercaron a nosotros para cortar la abundante vegetación que nos rodeaba.

Afortunadamente, en el suelo había mucha broza u hojarasca seca, con la cual nos cubrimos totalmente.

El filo de dos machetes de estos asesinos silbaban sobre nuestros cuerpos. Se acercaron tanto que uno de ellos le pateo accidentalmente la cabeza a Edgar, recostándola sobre mi hombro.

Con el palpitar acelerado del corazón en los oídos, nos comunicábamos entre si con pequeños codazos, por lo que ante la inminencia del contacto, Edgar le quito el seguro a la granada y yo a calcular blanco con mi fusil entre la total obscuridad de la noche, solo por los lusazos de la linterna enemiga.

En eso, para nuestro alivio, uno de ellos les dijo que con lo que tenían ya era suficiente, dieron la vuelta y lo fueron a tirar sobre el HL.

El problema después fue que Edgar no lograba colocar de nuevo el seguro en la granada, pues era como enhebrar una aguja en medio de la oscuridad. Hasta que haciendo uso solo del tacto y gran habilidad por fin lo logró.

Ya entrada la noche, los terroristas, divididos en pequeños grupos se sentaron al rededor del Helicóptero y muy cerca de nosotros a fumar y platicar en voz baja.

En el silencio de la noche, solo interrumpida por algunas risitas de los criminales y los grillos, mi reloj Casio sorpresivamente accionó su alarma a las 21:00 hrs, por lo que temimos nos fueran a descubrir. Afortunadamente ninguno de ellos lo noto o pensarían que era una especie de grillo, lo logre apagar casi de inmediato, sin evitar el duro reclamo de mi compañero de armas.

Luego, probablemente por la sangre que tuve que tragar por mis fracturas en la cara y que se secara en mi garganta, empece a toser irremediablemente hasta desahogarme, tampoco se dieron por enterados los distraídos terroristas suponiendo que me confundieran con la tos de cualquiera de ellos, dada la cercanía y obscuridad.

A todo esto, nuestra condición física era ya muy lamentable. Las heridas nos hacían mella. Nos costaba respirar y con dificultad para movernos. El dolor era muy intenso, aumentado por las bajas temperaturas y la intensa lluvia, supongo. Pero tratábamos de no quejarnos ni hacer ruido alguno.

A las once de la noche, mas o menos, escuchamos un lejano pero reconocido fuego de artillería amiga, con fines de hostigamiento, supongo.

A las 0100 hrs., el cabecilla de la banda terrorista, Palma Lau, alias Pancho, ordeno preparar la retirada pues al día siguiente la concentración de fuerzas del Ejército seria tal que no lo soportaría nadie, según sus propias palabras.

Luego de algunos preparativos y reportes de sus escuadras, escuchamos como se fueron movilizando y alejando de nosotros. Pero conocedores de sus tácticas, sabiendo que siempre cubren su retirada dejando “postas” o seguridad de retaguardia, nosotros nos mantuvimos en situación hasta el amanecer.

En algún momento de la madrugada, Edgar habrá visto en mí problemas de mucho dolor, intenso diría yo, por lo que me ofreció una única inyección de morfina que milagrosamente el portaba en su equipo de primeros auxilios. Cosa que, luego de clavarme en el muslo, me alivio mucho el calvario de dolor que sufría.

A las 05:55 de la mañana, escuchamos el sobrevuelo de un Helicóptero de la FAG, por lo que Edgar Trejo trato de buscar un claro entre la maleza para que nos vieran, pero su condición no se lo permitió, sintiéndose incapaz de lograrlo. Este sólo reconoció el área y se alejó, dejándonos expectantes.

A las 06:00 escuchamos la aproximación de los aviones de ataque de la Fuerza Aérea, entre Pilatus y los temibles A 37-B, quienes con gran pericia y certeza bombardearon todo alrededor del Helicóptero derribado. Por suerte nosotros estábamos cerca de sus restos retorcidos, pues creíamos que sus explosiones y ráfagas tan cercanas nos alcanzarían. El intenso ataque aéreo duro unos diez minutos a lo sumo y se alejaron las aeronaves.

En ese momento notamos que alguien se acercaba con alguna dificultad a mis espaldas y para nuestro asombro era el aerotécnico que nos acompañaba, Edgar lo confundió con algún subversivo por lo que estuvo a punto de dispararle con la pistola. Este nos contó que no pudo alejarse mucho por las razones anteriormente descritas, pero que durante el bombardeo tuvo que esconderse en unas cuevas de “cuzucos” o sea armadillos, disputándose con ellos el poco espacio disponible, apurado por el terrible bombardeo aéreo, lo que en medio de nuestra angustia nos causó mucha risa.

A las 06:15 escuchamos el sobrevuelo de dos Helicópteros Puma de la FAG, para lo cual el aerotécnico que nos acompañaba, saliendo a un claro de entre la vegetación, les indico nuestra exacta posición.

Para nuestro rescate, ante la imposibilidad de aterrizar, mis colegas Kaibiles, con gran pericia descendieron por cables sin evitar sorprenderse al encontrarnos aún con vida, nos evaluaron meticulosamente para luego proceder a extraernos con la misma técnica, colgando del Helicóptero como carga externa (foto adjunta). No sin antes indicarles más o menos la dirección y distancia por donde calculamos que habían escondido los cuerpos de nuestros compañeros, habiéndoles así encontrado con prontitud.

Al respecto, no me consta que los terroristas se hayan ensañado contra sus cuerpos sin vida o algo parecido. Lo único es que al encontrarlos les dieron un tiro de gracia sin razón por estar ya fallecidos o agonizantes y que al esconderlos los arrastraron sin compasión alguna. Así mismo desconozco el informe del médico forense para saber si sufrieron vejaciones mas allá de las heridas que provocaran su deceso.

Los Helicópteros nos transportaron a la pista de aterrizaje de la Finca en mención en donde ya nos esperaba un Arava con personal médico, en cuya puerta nos recibía el entonces Jefe del Estado Mayor de la Defensa y su Oficial de Operaciones D-3 para saludarnos y darnos la bienvenida.

Luego de estabilizarnos los médicos en una apropiada camilla adentro de la aeronave, ya no supe más de mí. Caí en un sueño tan profundo, solo brevemente interrumpido cuando con un beso y palmaditas saludé a mi Esposa y a mi Madre en los pasillos del Hospital Militar, camino a sala de operaciones.

Para entonces con mi Esposa Vivi teníamos apenas seis meses de casados y ese día a las once de la noche en la casa de Lourdes, estando sola, muy sorprendida recibió la visita del Oficial de Relaciones Públicas del Ejército, el entonces Teniente Coronel Pablo Nuila Hub y otro Oficial subalterno, para notificarle con mucho pesar que yo había sido baja en combate y que para el día siguiente esperaban rescatar mi cuerpo, por lo que le solicitaban estar presente en la Fuerza Aérea muy temprano.

Ante ello, mi esposa sin vacilar le respondió asegurándole que yo estaba vivo, que ella me conocía tan bien que no creía que me dejara matar tan fácilmente por los delincuentes terroristas.

Cuando al rato, muy preocupada, le contó a mi Madre por teléfono hasta Zacapa, ella también opino lo mismo, viniéndose de regreso muy temprano para acompañarla.

Detalles más, detalles menos, respetando algunas acotaciones de mi colega Coronel Edgar Trejo Reyes, si así lo quisiera, fue lo que sucedió en este episodio entre varios otros acaecidos durante el enfrentamiento armado interno, combatiendo a las facciones terroristas que atentaron en contra de nuestra Libertad.”

(Fotografía de rescate aéreo proporcionada por el Gral. Eduardo Arévalo Lacs)

 

 

 

 

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